La incorporación de una verdadera constelación de esferas o burbujas
de aire en el interior del concreto aumentaba de manera espectacular la durabilidad del concreto frente al ataque de hielo-deshielo. Este fenómeno es particularmente visible en estructuras con una relación superficie/volumen alta, es decir pisos y pavimentos.
Cuando la temperatura externa baja de 0°C el agua al interior del concreto comienza a congelarse y recordemos que el agua al convertirse en hielo aumenta en un 9% su volumen. Este
incremento en el volumen genera esfuerzos al interior de la red porosa microfisurando el material. Un concreto expuesto a cientos de ciclos de hielo y deshielo termina desintegrándose.
La presencia de una red de esferas de aire cuyo diámetro varía entre 70 a 140 micras tiene un doble efecto. Uno en estado fresco y otro sobre estado endurecido. En estado fresco disminuye
radicalmente la exudación del concreto evitando la formación
de capilares que alcanzan la superficie y otro en estado
endurecido donde las esferas que actúan como lugares donde
el agua en exceso, empujada por el hielo o el mismo hielo, disipa
los esfuerzos provocados por el cambio volumétrico cuando
cambia de estado a sólido.